jueves, 27 de octubre de 2011

LOS CÓDICES MEXICANOS

Joaquín Galarza, “Los códices mexicanos”, EN Arqueología Mexicana, núm. 23, enero-febrero de 1997, pp. 6-13).

Los códices son fuentes históricas de primera mano en los que las sociedades indígenas, por intermedio de escribas con la habilidad para pintar con gran maestría, dejaron constancia fiel de sus logros y avances culturales y científicos e informaron sobre una multitud de aspectos, como las creencias religiosas, los ritos y ceremonias, la historia, el sistema económico y la cronología, entre muchos otros.

¿Qué son los códices?

Se llama códices, del latín codex: libro manuscrito, a los documentos pictóricos o de imágenes realizados como productos culturales de las grandes civilizaciones maya, azteca, mixteca, zapoteca, otomí, purépecha, etc., que surgieron y se desarrollaron en Mesoamérica.
Desde épocas muy remotas, se fijaron en esos manuscritos los conocimientos de los antiguos pueblos; por ello, la información registrada en los códices es de la mayor importancia: gracias a sus múltiples contenidos temáticos, podemos saber directamente acerca de sus logros y avances culturales y científicos, creencias religiosas, ritos y ceremonias, historia, genealogías y alianzas de los señores, nociones geográficas, sistema económico, cronología, etc. En ellos se encuentran plasmados todos los antiguos temas derivados de la tradición indígena, antes de la llegada de los españoles, y los nuevos temas aportados por estos últimos, como la religión cristiana, los problemas económicos y sociales originados por el contacto y la vida indígena en el periodo de la Colonia. Los códices se siguieron produciendo hasta el siglo XVIII, después de la Conquista. Se les ha llamado “testimonios” manuscritos pictóricos o pictográficos, con cierto sentido de limitación, porque de alguna forma sí se les pueden aplicar estos dos términos; pictóricos, porque son “imágenes”, y pictográficos, porque están escritos mediante “dibujos”. Pero, si no se examinan, estudian y explican detenidamente las cualidades de los códices, no se puede saber que existe una codificación completa de los “dibujos” y que éstos son estilizaciones extraídas de convenciones plásticas definidas, muy antiguas y elaboradas.

Convenciones y codificación se relacionan estrechamente con las lenguas y las culturas que los produjeron. Desgraciadamente, en variados estudios encontramos juicios negativos, resultado de comparaciones superficiales con lo europeo, en los que, a priori, se tomó éste como modelo superior, y muy rara vez se trata de entender la originalidad o la diferencia de lo indígena.

¿Quiénes los hicieron?
Los encargados de fijar lenguas y culturas indígenas por medio de su sistema tradicional tenían que poseer ante todo cualidades de pintores o dibujantes y conocimientos profundos de su propia lengua. Podían ser hombres o mujeres, que se escogían desde muy jóvenes en cualquier clase social. La condición esencial era que se revelaran poseedores de esas cualidades artísticas: se les instruía en su lengua y el saber de su época y, posteriormente, se les especializaba en algún tema específico. Después de esa preparación, formaban parte de una clase superior, ya que tenían que dedicarse de tiempo completo a sus actividades. Se les llamaba tlacuilos (del verbo náhuatl tlacuiloa), porque escribían pintando. Sus escritos eran anónimos, porque no firmaban sus documentos ni indicaban sus nombres. Su producción pertenecía a la colectividad. El papel de los tlacuilos era muy importante. Se dedicaban a fijar el saber y a perpetuarlo, pues eran poseedores de la escritura. De acuerdo con su especialidad, se les destinaba a los centros religiosos, económicos o civiles que necesitaban sus servicios, como templos, tribunales, casas de tributos, mercados, palacios, etc. El tlacuilo residía en esas instituciones civiles, económicas o religiosas, en donde realizaba los códices especializados en su propia materia y estaba encargado de establecer y leer según sus atribuciones y cargos. Su número debió de ser muy grande. En esos mismos centros se guardaban los manuscritos en aposentos llamados amoxcalli (de amoxtli, libro, y calli, casa). La posesión y manejo de los códices por la clase dirigente, señores y sacerdotes, aseguraba la conservación y el control exclusivo de todo el saber alcanzado, lo cual contribuía a su afirmación en el poder; sin embargo, aunque solamente los tlacuilos escribían, existían muchas personas que sí podían leerlos, como los egresados de las escuelas superiores y la burocracia estatal, y aun la gente del pueblo conocía suficientes signos en las inscripciones de los frisos de los edificios públicos como para diferenciarlos, e identificaban los nombres de los dioses, además de otros aspectos.

¿Cómo se leían los códices?

Para leer los documentos, se colocaban completamente extendidos, horizontalmente, protegidos por esteras (petates), en el suelo. El tlacuilo-lector y los oyentes se situaban alrededor del manuscrito; podían así verlo en su totalidad y moverse en torno de él. El lector podía relacionar sus lecturas iniciales, finales e intermedias según las necesidades de la información.

¿Códices prehispánicos?

De los códices prehispánicos, muy pocos existen actualmente, porque desde la conquista fueron destruidos en forma generalizada; primero en la toma de los edificios donde se guardaban (amoxcalli) y después en “autos de fe” que organizaban los frailes europeos para aniquilar lo que ellos consideraban como “obras del demonio”. En la Colonia, la destrucción se volvió sistemática, continua; por una parte, debido a denuncias de los propios indígenas convertidos al catolicismo y, por la otra, a petición de las autoridades religiosas y civiles. La primera justificación religiosa de los actos crematorios dada por los ministros de la Iglesia se basó en el argumento de que esas “pinturas y caracteres” fueron hechos bajo inspiración diabólica. Más tarde, los prelados de las órdenes religiosas primero y después altos funcionarios virreinales, preocupados por conocer la religión de los vencidos para poder combatirla eficazmente, ordenaron a los religiosos escribir sobre “sus idolatrías y sus historias”. Los frailes-cronistas de la Conquista, sabios e historiadores, como Olmos, Motolinía, Mendieta, Sahagún, Durán, Valadés, Torquemada y muchos laicos, supieron aquilatar el valor, la riqueza que encierran esos testimonios (para sus fines), y de los escasos que se habían salvado de la locura destructiva, se sirvieron ampliamente como fuentes primordiales para escribir sus crónicas, sus historias. Se convocaba a los sabios indígenas para que ayudaran en esas tareas y ellos acudían llevando sus “libros” para leérselos y explicárselos a los autores hispanos, quienes inmediatamente después los hacían desaparecer.
Los documentos antiguos que sobrevivieron (son menos de veinte) fueron enviados casi todos como regalos al rey de España, por eso se conservan en Europa, y sólo dos quedaron en México.

¿Para qué sirven?

En la época prehispánica, los códices cumplían con una importante función social, de acuerdo con su temática principal. El calendario religioso (tonalpohualli), además de señalar las fiestas de los dioses y sus ritos complejos, se empleaba para pronosticar el futuro del recién nacido, determinar las fechas propicias de las ceremonias religiosas, como la purificación o el matrimonio, fijar la partida de los comerciantes, el principio favorable de una guerra o de la construcción de obras públicas, etc. Las matrículas de tributos consignaban la tributación de los pueblos sujetos, tanto en especie como en servicio personal.

Para nosotros, los códices son fuentes históricas de primera mano que dejaron asentada la visión indígena por medio de sus manifestaciones artísticas, plasmadas en su sistema de escritura, que nos hace conocer y valorar nuestras más profundas y tradicionales raíces.

CC

1. Apunta, la importancia de los códices mexicanos.

2. Relata la importancia de los tlacuilos para la escritura de la historia mesoamericana.

3. Investiga el nombre de cinco códices mexicanos.

4. Resume el texto anterior:

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